Adiós al apostillado en títulos universitarios.

A partir del 14 de noviembre los Estados miembros de la Unesco se pronunciarán en sobre un proyecto de acuerdo mundial que hará posible el reconocimiento de los diplomas de educación superior de un país al otro, una primicia.

Este proyecto, que se está preparando y debatiendo desde hace al menos ocho años, se examinará en comisión y se someterá a la aprobación de los Estados miembros reunidos en París hasta el 27 de noviembre para la 40ª reunión de la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Su objetivo es “facilitar la movilidad y la inclusión”, “dar a todos los estudiantes el derecho a la educación y dar a los países la oportunidad de no desaprovechar las competencias de las personas en movimiento”, dijo la directora adjunta de la Unesco, Stefania Giannini, durante una rueda de prensa.

Si se aprueba, será la primera Convención Mundial de las Naciones Unidas sobre la Educación Superior, que complementará los cinco convenios regionales existentes sobre el tema, bajo la dirección de la ONU.

“Hoy en día, los intercambios son muy complicados, excepto dentro de la misma región. Necesitamos directrices, un sistema en el que sepamos dirigir a los estudiantes”, dijo Giannini. “La movilidad es la clave”, añadió.

Beneficiará a migrantes

Además, esta convención debería beneficiar a los migrantes y refugiados que carecen de reconocimiento de sus calificaciones en el país de acogida y, a menudo, a falta de un documento que lo demuestre, no pueden seguir sus estudios o buscar un trabajo en su área.

Para hacer frente a este problema específico, la Unesco también puso en marcha recientemente un Pasaporte de Calificación para refugiados y migrantes vulnerables, basado en el modelo del Pasaporte Europeo de Calificación de Refugiados, lanzado por la Agencia Noruega para la Garantía de la Calidad en la Educación y el Consejo de Europa.

Los primeros 15 de estos “pasaportes” fueron expedidos a refugiados en Zambia, que alberga grandes campos de refugiados. La experiencia debería extenderse el próximo año a otras regiones, como América Latina, según la Unesco

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